Dentro de las actuaciones que el Consorcio de Santiago lleva a cabo fuera de la ciudad histórica, acaban de finalizar varias intervenciones en la iglesia de Santa Mariña de Berdía, localizada en la parroquia de Berdía, a unos diez kilómetros al norte de la ciudad. Se trata, por un lado, de la restauración del retablo mayor, de origen barroco, con un presupuesto de 19.178,50 euros. Además, se mejoró la cubierta y los revocos exteriores e interiores del templo para resolver los problemas de humedad que afectaban al inmueble, trabajos que alcanzaron los 40.140 euros.
La intervención en el retablo
La arquitecta de la Oficina Técnica del Consorcio de Santiago que coordinó estos proyectos, Idoia Camiruaga, señala que la intervención en el retablo, que se encontraba en un proceso de degradación activo, estaba destinada a recuperar su estética original y a garantizar su conservación en el tiempo. “Presentaba problemas de anclaje, con alteración de materia y pérdida de soporte en diversos puntos. Había grietas y separación entre las piezas estructurales como consecuencia de los movimientos naturales de la madera y la oxidación del soporte, por estar en contacto con clavos envejecidos” -explica-. Además, la madera estaba sometida al ataque de los xilófagos.
Debido a la existencia de pérdidas de soporte, se contó con la ayuda de un carpintero que ensambló de nuevo las piezas y reintegró zonas localizadas mediante reposición de madera nueva, en particular de roble. Por otro lado, se recuperó la policromía original del conjunto, ya que el retablo y las diferentes esculturas que lo componen habían sido repintados en períodos diferentes y ocultaban la capa de policromía y los dorados originales.
Al desmontar el retablo para su restauración, se halló, en la parte posterior, una pintura mural que representa una Anunciación. “La calidad del trazado es muy buena, los colores son sólidos y la composición es clásica, de estilo renacentista italiano. La escena es susceptible de recuperación mediante labores de restauración, por lo que se optó por montar el retablo un poco adelantado con respeto a su posición de origen, con el fin de dejar espacio propio a la pintura mural” -apunta la arquitecta-. Por este motivo el retablo restaurado aun no se montó, ya que dificultaría las labores de restauración de las pinturas murales.
Los efectos de la humedad en el exterior y en el interior del templo
El aspecto exterior del edificio, sobre todo por su cara sur, se veía muy degradado debido a la cantidad de hongos y algas que colonizaban la superficie de los revocos, que estaban muy fisurados y desprendidos. Por su parte, la fachada principal, que es de piedra, se sometió a una limpieza. Las demás fachadas también presentaban problemas con los revocos, a pesar de que la humedad no les afectó tanto como a la orientada hacia el sur. Así, se eliminaron y se repararon todos los revocos dañados y se aplicó un acabado final a base de pinturas minerales, cal y silicatos.
Además, la cubierta requería labores de mantenimiento, por lo que se sustituyó la teja deficitaria, en especial en el faldón norte, donde finalmente se cambió toda la teja. Y se llevó a cabo una revisión y limpieza del sistema de recogida de pluviales, canalones y bajantes; así como del sistema de drenaje perimetral exterior, que se repuso por completo. Y, con el fin de mejorar la seguridad del edificio, se instaló un pararrayos.
Dentro de la iglesia la humedad era alta. Se eliminaron los revocos de la parte baja de los muros, dejando una franja de unos 40 centímetros para aumentar la aireación de su fábrica. Por último, se quitó la pintura de toda la superficie de los muros de la nave y del presbiterio para aplicar una pintura mineral, permeable al vapor de agua pero no al agua en estado líquido.