En el principio: Génesis de la Catedral Románica de Santiago de Compostela es una obra dirigida por José Luis Senra, profesor de Historia del arte de la Universidad Complutense de Madrid. Está coeditada por el Consorcio de Santiago, Teófilo Ediciones y la Fundación Catedral de Santiago. Se presentó en el Museo de las Peregrinaciones y de Santiago (Plaza de las Platerías), con la asistencia, además del autor, del alcalde de Santiago, Agustín Hernández; el editor José Luis Teófilo; el director de la Fundación Catedral, Daniel Lorenzo; y el responsable de publicaciones del Consorcio, Juan Conde.
Esta publicación es el resultado de un proyecto de investigación desarrollado por un equipo multidisciplinar, coordinado por el profesor Senra e integrado por investigadores del Departamento de Historia Medieval y Moderna de la USC (José Miguel Andrade), del Departamento de Historia del arte de la USC (Mercedes López-Mayán) y de la Universidad Complutense de Madrid, expertos en Historia del arte de la Universidad de Warwick en el Reino Unido (Jennifer Alexander) y del CSIC (Therese Martin). Se centra en los orígenes de la catedral románica de Santiago, entre 1070 y 1100, posiblemente el período menos estudiado del templo compostelano, que se corresponde con el episcopado de Diego Peláez.
En el libro se aborda el contexto histórico, el culto y la cultura en la Catedral compostelana en el siglo XI, los talleres del primer proyecto catedralicio, junto con los sistemas constructivos y la iconografía en las fases iniciales del templo. Tal como destaca el profesor Senra, “la Catedral de Santiago se alza como la estructura más ambiciosa de cuantas fueron proyectadas en la Península Ibérica entre los siglos XI y XII”. Según los investigadores, el proyecto del edificio podría haber llegado a manos del obispo Diego Peláez en 1075, con la llegada a la ciudad de sus responsables, conocedores de la ambiciosa arquitectura iniciada en Francia.
En este estudio se confirma que, transcurridos más de quince años desde que se había recibido, el proyecto inicial experimentó cambios importantes durante la edificación. Los nuevos sistemas organizativos de trabajo y la aparición de nuevas soluciones morfológicas y espaciales apuntan a una sofisticación del concepto original. Además, coincide con la llegada de cualificados escultores de diversos orígenes.
Las marcas de cantería indican cómo se construyó el templo
Uno de los aspectos más importantes de esta investigación es la catalogación e interpretación, por primera vez, de todas las marcas de cantería que se conservan en las primeras fases constructivas de la Catedral de Santiago, correspondientes a las zonas orientales del templo. En esta línea, se continuó con la labor emprendida años antes en el bloque occidental de la catedral.
“En este estudio se muestra la amplia gama de información que aporta la investigación detallada de las marcas de cantería en el estudio de un edificio medieval. Además de permitir distinguir las diferentes fases constructivas, en este caso de las zonas orientales de la catedral, desvelan la manera de construir edificios altamente ambiciosos que se enmarcan dentro de los inicios del estilo románico” -destaca el autor-.
El total de marcas documentadas y analizadas en el marco de este proyecto supera las 2.300. Con excepción de los elementos decorativos como capiteles y molduras, se encuentran marcas en todas las superficies pétreas del templo. Suelen tener el aspecto de letras mayúsculas o signos sencillos como flechas, círculos o volutas, con formas tanto rectas como curvas, que se pueden reproducir con rapidez aplicando normalmente de uno a cinco golpes con el cincel, aunque también hay marcas más elaboradas.
Un sistema fácil de comprender para los obreros, casi todos analfabetos
Tal como apuntan los investigadores, “la marca de cantero es un sistema práctico para la construcción de edificios grandes y complejos que requerían mucha mano de obra y que solían contar con una sucesión de maestros a cargo del conjunto. Sin un sistema fácil de comprender y reproducir por obreros, en la mayoría analfabetos, sería imposible levantar un edificio de la envergadura de la Catedral de Santiago”.
“El hecho de que estos signos habían quedado a la vista no es una casualidad, sino un testimonio de un sistema constructivo que favorecía la colocación correcta de los perpiaños. Un número elevado de marcas visibles indica que los canteros recibieron instrucciones sobre el lado que deberían destacar con su signo para facilitar el montaje. Como se ha comprobado en otros casos, el número de marcas es limitado en la construcción datada antes de 1090 pero va en aumento a partir diera momento” -explica el profesor Senra-.
Fruto de este estudio, a través de las marcas individualizadas, salió a la luz la presencia de medio centenar de canteros en las fases iniciales de la cabecera, dirigidos por dos maestros de obra, que tendrían una experiencia anterior en este tipo de construcciones y buscarían talleres o canteros formados en la buena viruta de una piedra difícil de manipular como es el granito. Estos conformarían la parte más profesionalizada del gran número de individuos involucrados en las obras. Entre los trabajadores no profesionales, se contó con esclavos musulmanes, presos de guerra, que habrían trabajado en labores duras que no exigían la formación de cantero, como portando piedras, arena o cal. A su lado trabajaron personas que buscaban el sustento para sobrevivir, tanto hombres como mujeres.